Por Marisa Ramón
El TDAH o Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad es un trastorno del neurodesarrollo de comienzo temprano (se inicia antes de los cinco años de edad) y se caracteriza por:
- Falta de atención: incapacidad para prestar atención a los detalles; incapacidad para mantener la atención en las tareas o en el juego; parecen no escuchar; imposibilidad para cumplir con tareas asignadas; dificultad para organizar tareas y actividades; evitan actividades que requieren un esfuerzo mental sostenido; con frecuencia pierden objetos necesarios para una tarea o actividad (libros, lapiceros, juguetes, material escolar, etc.); se distraen con facilidad con cualquier cosa; son olvidadizos en sus actividades diarias.
- Inquietud motriz: muestran inquietud con movimientos de manos o pies o removiéndose en su asiento; se levantan en situaciones en que deberían esta sentados; corren o trepan en situaciones inadecuadas; suelen ser ruidosos en el juego y con dificultad para entretenerse tranquilamente; presentan habitualmente un movimiento excesivo, están como movidos por un motor.
- Impulsividad: dificultad para esperar su turno; interrumpen conversaciones o juegos ajenos; responden antes de que se les formule la pregunta; dificultad para seguir instrucciones; a menudo llevan a cabo actos temerarios; no prevén la consecuencia de sus actos; quieren conseguir de manera inmediata lo que desean; hablan excesivamente sin poder contenerse.
Otras manifestaciones asociadas a este trastorno son: inhabilidad motora, relaciones sociales problemáticas, agresividad, dificultades para el autocontrol, dificultades de aprendizaje, ansiedad, depresión, retraimiento, inmadurez, baja autoestima, trastornos de conducta, labilidad emocional, conductas antisociales,....
Aparece en múltiples situaciones (en casa, en la escuela, en el coche, en casa de un amigo o donde quiera que estén puesto que no pueden controlarse) y se mantiene a lo largo de la vida, aunque en la adolescencia y en la edad adulta las manifestaciones tienden a disminuir notablemente, especialmente si la intervención ha sido precoz.
Entre un 3 y un 5% de los niños padece este trastorno. Es congénito, es decir, se nace con él. Es altamente hereditario pero también está relacionado con el bajo peso al nacer o con malos hábitos durante el embarazo. Es más frecuente en niños que en niñas (3-4 niños por cada niña). Es importante la detección temprana para que, con el diagnóstico adecuado, se establezca un tratamiento, generalmente, interdisciplinar, que realizado por profesionales y con la colaboración de padres y profesores pueda apoyar al niño en su evolución. El diagnóstico siempre ha de realizarlo un neurólogo o un psiquiatra infantil.
Existen tratamientos eficaces, como el moderno abordaje interdisciplinar, es decir, una combinación de tipo farmacológico, psicológico y psicopedagógico. Es preciso llevar a cabo un apoyo educativo adecuado y desarrollar programas a nivel escolar y familiar que favorezcan una evolución positiva. Resulta fundamental que la actuación sea lo más temprana posible disminuyendo así las probabilidades de fracaso escolar y problemas emocionales que aparecen en muchos casos que no han sido atendidos.
Su futuro, aunque empiece escribiéndose con renglones torcidos debe ser tan diáfano como el del resto de los niños. Abramos una ventana de optimismo y de esperanza. Estas situaciones son superables y abordables en nuestro sistema escolar.
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