¿Son fiables los resultados de tests de inteligencia en niños con tdah?
Los tests de inteligencia son utilizados con mucha frecuencia en la evaluación de niños con tdah, siendo especialmente importantes cuando los niños son pequeños, para poder saber si la actitud distraída puede deberse a la falta de comprensión de qué es lo que se está haciendo. Además, la medida de la capacidad intelectual (o capacidades intelectuales) forma parte de la evaluación de las dificultades de aprendizaje.
Dos características muy importantes de un test son la fiabilidad y la validez. Un test de inteligencia es válido, si realmente está midiendo lo que ha definido como inteligencia, y no otra cosa, como la habilidad para leer las instrucciones de las pruebas, y es fiable si mide de forma precisa y sin errores.
Muchas veces me he preguntado si pruebas como el Wisc-IV, el K-ABC, o el MSCA (este último no es un test de inteligencia, pero se usa mucho con esa función) podrían estar penalizando a los niños con poca concentración. En la evaluación se puede observar que algunos de estos niños necesitan que se les repitan las instrucciones, aprovechan las tareas para hablar que lo que les interesa en ese momento, les cuesta colocar el material manipulativo aunque sepan cómo lo tienen que hacer, a veces se les caen las piezas de la mesa, se enfrentan a las tareas con impulsividad y sin esperar a que se les den las instrucciones, y, en algunos casos, les cuesta mucho permanecer sentados haciendo el test y se levantan con cualquier excusa (estas cosas no les pasan a todos los niños con tdah, ni es normal que a un niño le suceda todo eso). Muchos de esos problemas que ocurren durante la realización del test pueden afectar al resultado, pero ¿hasta qué punto?
En la Universidad de Copenhague, Jens Jepsen, Birgitte Fagerlund y Erik Mortensen han revisado el estado de la investigación sobre la medida de la inteligencia en los niños con tdah, y ofrecen los siguientes datos:
- Los niños y adolescentes con tdah parecen obtener 9 puntos de cociente intelectual (en pruebas con media de 100 puntos y desviación típica de 15) menos que sus compañeros sin tdah.
- Las correlaciones que se han obtenido entre medidas de la atención y cociente intelectual son bastante variadas pero, en general, tienden a ser bajas
- Si se evalua el cociente intelectual de los niños con tdah que no siguen un tratamiento médico, y se vuelve a evaluar cuando siguen el tratamiento, se observa una ligera mejoría en los resultados, que según las revisiones que se han realizado está entre 2 y 7 puntos.
- Existe un curioso estudio de Sharp et al. (2003) en el que se localizaron 10 pares de gemelos monocigóticos en los que uno de los hermanos tenía tdah y el otro no. El cociente intelectual medio de los gemelos no afectados era casi 3 puntos mayor que el de sus hermanos con tdah.
Los datos que proporciona un test como el Wisc – III (una versión de las escalas de Wechsler que no se publicó en España), no parecen ser muy útiles para valorar los problemas de atención. Alan Kaufman sugirió en 1994 que la validez del Wisc – III en la evaluación de personas con tdah podría ser juzgada apoyándose en dos índices: el de resistencia a la distractibilidad (suma de las puntuaciones de las escalas de Dígitos y Aritmética) y el velocidad de procesamiento (suma de las puntuaciones de Claves y Búsqueda de Símbolos). Sin embargo, ni esos índices ni los resultados en la prueba de Cubos parecen ser más sensibles que la puntuación de cociente intelectual total a la hora de discriminar qué niños tienen problemas de atención y quiénes no los tienen.
Las razones para esta falta de sensibilidad podrían ser que las instrucciones son muy claras, es fácil entender qué es lo que se tiene que hacer en cada prueba y el evaluador da instrucciones con mucha frecuencia. Además, la mayoría de las pruebas de las escalas Wisc tienen una duración más bien corta, de manera que es difícil que los problemas de atención sostenida interfieran en ellas.
El artículo de Jepsen, Fagerlund y Mortensen es una colección bastante grande de datos provenientes de distintos estudios y, al final, me deja con la sensación de que es el lector quien tiene que sacar las conclusiones. Las que yo saco son que los niños y adolescentes con tdah tienden a tener una ligera desventaja en la realización de tests de valoración del cociente intelectual. Esta desventaja supone una disminución en las puntuaciones que no suele superar la mitad de una desviación típica (7,5 u 8 puntos), de manera que se puede considerar un efecto pequeño.
Hay que tener en cuenta que los valores medios son solo eso: valores medios, que pueden ser obtenidos por una gran cantidad de personas que obtienen puntuaciones cercanas a la media y algunos casos más extremos. En estos casos extremos se podría dar la posibilidad de que los problemas de atención afecten notablemente al rendimiento en la prueba de cociente intelectual, de modo que es importante que la prueba sea realizada por un evaluador experimentado que, además de ayudar al alumno a centrarse en la prueba, la invalide o señale sus dudas si considera que la actitud del niño le ha podido impedir realizarla correctamente.
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