Los criterios clínicos no cambian con respecto al DSM-IV,
pero sí se especifican situaciones para detectar el trastorno en la edad adulta
Hiedra García Sampedro. Madrid
El campo de la Psiquiatría Infantil es el que más
modificaciones ha sufrido en la nueva actualización del manual de la Asociación
Americana de Psiquiatría, el DSM-5. En esta guía, los expertos han decidido
eliminar el capítulo específico de trastornos del niño y del adolescente, ya
que consideran que la patología psiquiátrica tiene una continuidad desde la
infancia a la edad adulta.
Los autores que han colaborado en el DSM-5, presentado en
mayo, han tenido en cuenta la existencia de trastornos que antes se
diagnosticaban solamente en niños, como la hiperactividad o el autismo, y que
continúan en la edad adulta, y viceversa, puesto que hay enfermedades en
adultos, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, que presentan síntomas
previos en la adolescencia o la infancia.
En cuanto al déficit de atención e hiperactividad (TDAH), se
amplía el rango de edad de los 7 a los 12 años para poder observar los síntomas
y diagnosticar el trastorno. Según Montserrat Pàmias, psiquiatra infantil del
Hospital Parc Taulí de Sabadell, existen síntomas del TDAH relacionados con el
aprendizaje que aparecen a medida que el niño avanza en la educación primaria.
Los criterios clínicos para el diagnóstico no han cambiado con respecto al
DSM-IV, pero sí se especifican situaciones para detectar el TDAH en la edad
adulta.
TDAH y autismo
Relacionado también con el déficit de atención e
hiperactividad, la nueva actualización del manual permite diagnosticar el TDAH
junto a los trastornos del espectro autista (TEA). Hasta ahora, los dos
diagnósticos a la vez eran incompatibles. En cuanto al autismo, se reducen las
categorías de síntomas de tres a dos. Se contemplan las dimensiones de
comunicación social y conducta e intereses. Para diagnosticar autismo, “los
niños tienen que cumplir todos los criterios de comunicación social y por lo
menos uno de conducta”, según Montserrat Pàmias.
Además de estos cambios clínicos, también se ha modificado
la edad de diagnóstico en el autismo, el DSM-IV recomendaba que el niño tuviera
36 meses como mínimo para diagnosticar la enfermedad, mientras que la nueva
actualización permite diagnosticar en niños más pequeños. “Es importante
diagnosticar cuanto antes porque sabemos que hay tratamientos que funcionan muy
bien cuanto más pequeños sean los pacientes”, comenta Pàmias.
Finalmente, en Psiquiatría Infantil aparece un nuevo
trastorno, el disruptive mood disregulation disorder. Se ha creado porque,
según Pàmias, durante “mucho tiempo se ha diagnosticado trastorno bipolar a
niños muy pequeños”, y el nuevo trastorno servirá para clasificar a los niños
que presentan “alteraciones del ánimo y de la conducta muy exageradas y
prolongadas en el tiempo”.
“Este nuevo diagnóstico tiene menos evidencia científica que
los demás cambios introducidos en el DSM-5”, reconoce la psiquiatra infantil,
quien solicita a los expertos de este manual que “tengan más en cuenta las
edades precoces” para que los profesionales que tratan a los niños no tengan
que adaptar según su criterio los planteamientos del DSM a la atención infantil.
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