lunes, 15 de abril de 2013

Diferecias entre nerviosismo e hiperactividad en los niños


Muchas son las familias que en algún momento de la infancia de sus hijos se preguntan: ¿es nervioso o... tendrá hiperactividad? También son cada vez más los profesores que insisten a los padres para que realicen una consulta con un especialista, ya que observan que, entre otras conductas, el niño es muy «movido», se desmotiva rápidamente y le cuesta prestar atención.
Cómo diferenciar un niño nervioso de un niño hiperactivo

Diferecias entre nerviosismo e hiperactividad en los niños

En el caso de los niños inquietos o nerviosos, no siempre resulta fácil la distinción entre un estado de nerviosismo como tal, un cierto grado de hiperactividad normal y un niño con un tras­torno constituido de desatención e hi­­per­­a­cti­vidad, denominado Trastorno por Déficit de Aten­ción con Hiperactividad (TDAH).
La confusión en la vida diaria entre nerviosismo y TDAH viene dada por lasimilitud de ciertas conductas que pueden presentar algunos ni­­ños durante la infancia, entre las que cabe des­­tacar el exceso de movimiento, la irritabilidad, la desatención, los trastornos del sueño y el llanto frecuente. Ante estas conductas, muchos padres y profesores se preguntan si su hijo o su alumno tendrá TDAH. Pero lo cierto es que muchos niños pueden mostrarse nerviosos, ser inquietos o portarse mal sin que esto quiera decir que tienen TDAH.
Si los padres lo observan más pro­fundamente, pueden encon­trar una causa probable del nerviosismo de su hijo: cambios de ambiente, problemas en sus relaciones, celos, temores, cansancio por alte­­ra­ciones en el sueño... O quizás, simple­mente, puede tratarse de un niño más inquieto dentro de una variable normal del desarrollo. Por todo ello es impor­tante observar detenidamente su día a día.

Cuándo comienza la hiperactividad

Por otra parte, si un niño presenta sola­mente en un determinado entorno algu­nas de las conductas antes citadas, por ejemplo en casa o en el colegio, es muy probable que no padezca TDAH: habrá que averiguar, entonces, si está viviendo algún problema o preocupación en uno u otro ámbito.
Otro factor que debe tenerse en cuenta para pensar en un posible TDAH es el mo­mento de aparición de dichas condu­ctas. Mientras que un niño sin TDAH puede pasar a un estado de nerviosismo de forma rápida o de forma gradual, en los niños con TDAH la aparición de muchos síntomas se ha detectado ya en la prime­ra infancia: muchos padres de niños con diagnóstico de TDAH confirman que sus hijos han sido bebés irritables, llorones, con trastornos del sueño... Hay madres que los recuerdan muy inquietos incluso durante el embarazo.
Considerando que, dentro de las variables normales del desarrollo, hay niños más nerviosos, si los padres observan, no obs­­tante, que el estado de nerviosismo del niño se prolonga e influye negativamen­te en su vida diaria, es el momento de acudir a la consulta de un psicólogo.

Qué es la hiperactividad en los niños

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad es el trastorno neu­robio­lógico más frecuente en la infancia. Se estima que lo padece el 5% de la población infanto-juvenil. Es un síndrome caracteriza­do por la desatención, la hiper­­actividad y la impulsividad, aunque no siempre tienen que estar presentes conjuntamente, pues­to que existen distintos subtipos. Se trata de un trastorno crónico que puede cam­biar sus manifes­taciones desde la infancia hasta la edad adulta e interfiere en muchas áreas del funcionamiento normal.

Cómo se diagnostica la hiperactividad

El TDAH suele diagnosticarse en los primeros años de la enseñanza primaria, y es fundamental que sean los profesio­nales médicos (neuropediatra o psiquiatra infantil) los que realicen un diagnóstico precoz y definitivo. Durante el proceso, serán necesarias entrevistas con los pa­dres y con el niño y análisis de la in­­formación de los profesores, así como exá­menes físicos y pruebas complemen­­ta­rias para descartar otros problemas.

Síntomas de la hiperactividad

Entre los criterios diagnósticos, se pueden contemplar algunas conductas rela­­ciona­das directamente con las dificultades aten­cionales: la falta de atención suficiente a los detalles, las dificultades para mante­ner la atención en tareas o actividades lúdicas, la falta de concen­tración en ta­reas escolares (que a menudo quedan inaca­badas), el rechazo de tareas que exi­jan esfuerzo cognitivo y el extravío frecuente de objetos.
En el criterio diagnóstico para la hiperactividad-impul­sividad se contem­plan, entre otras condu­ctas, el movimiento excesivo de manos y pies, la dificultad para perma­necer en el asiento durante un rato, la necesidad imperiosa de correr o saltar en situaciones inapropiadas, la dificultad para jugar tranquilamente, ha­blar en ex­­­­­­­­­­­­­­­­­­ce­so, la emisión de respuestas antes de ha­ber terminado de oír la pregun­ta, la dificul­tad para esperar turno y la irrup­ción en las actividades de otros niños. Para establecer como diagnóstico el TDAH deben cumplirse, al menos, seis síntomas de cada criterio. Esos síntomas deben es­tar presentes, como mínimo, durante seis meses, y manifestarse en más de un en­torno. Además, algunos de los síntomas deben haber aparecido antes de los 7 años de edad.

Tratamiento para la hiperactividad

El tratamiento adecuado del TDAH debe abordarse, de forma coordinada, desde dis­­tintos campos terapéuticos: farmaco­­­­ló­gico (con la prescripción de un neurólogo o un psiquiatra), psicológico y psi­­copeda­gó­gico; teniendo siempre presente que ninguno de ellos es único ni puede susti­tuir a los demás.

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