Dra. Beatriz Paya. Medico – Psiquiatra
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es un trastorno que se da con una frecuencia entorno al 5% en edades infantiles y que tiene una base biológica claramente demostrada.
Se ha comprobado científicamente que el cerebro de las personas con este trastorno tiene una estructura y un funcionamiento diferente de manera que los síntomas que observamos (excesivo movimiento ) son consecuencia de dichas alteraciones cerebrales.
El conocimiento en profundidad de las disfunciones que subyacen debajo de la sintomatología que observamos en estos niños ayuda a comprender mejor las dificultades a la que se enfrentan en su vida diaria.
Una de las principales alteraciones en el funcionamiento del cerebro de sujetos con TDAH es la incapacidad para inhibir respuestas o impulsos incapacidad que les lleva a actuar de una forma inmediata sin tolerar las esperas sin medir el peligro y las consecuencias de sus acciones o palabras así como a explotar bruscamente ante los enfados o de forma excesiva ante emociones positivas
Otra disfunción que surge de su diferente funcionamiento cerebral es una incapacidad mayor que en la población sana para poder establecer una relación entre sus acciones y las consecuencias de estas. Esto les genera una mayor dificultad para tener en cuenta las consecuencias futuras de sus actos o decisiones ya sean gratificantes o negativas para su persona. Como resultado en su vida diaria las personas con TDAH tienden a elegir todo aquello que les gratifica de forma inmediata llevándoles a fracasar en todo lo que implica un esfuerzo más sostenido en el tiempo o que no les motiva lo suficiente.
Su tendencia a buscar la gratificación inmediata también les interfiere a la hora de establecer prioridades para poder organizarse y planificarse en su vida de una forma adecuada.
Las alteraciones que presentan en los circuitos del cerebro implicados en la atención son las responsables de su gran tendencia a la distracción ante cualquier estimulo y de su dificultad para centrarse en actividades o situaciones poco motivantes para ellos. Esto explica sus habituales olvidos la perdida o extravio constante de objetos y su gran dificultad para realizar todo tipo de tareas que les desagradan.
Aunque los primeros síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad se manifiestan ya en las edades preescolares del niño la sintomatología de este trastorno persiste a lo largo de toda la vida y sus consecuencias abarcan muchos aspectos en el funcionamiento de la vida diaria de los individuos que la padecen.
En las edades preescolares donde el nivel de exigencia del niño es bajo puede haber una dificultad para reconocer los síntomas. Al tratarse de edades tan tempranas los síntomas pueden atribuirse a la inmadurez del niño, por lo que los padres suelen tener la creencia de que estos rasgos mejoraran a medida que se hagan mayores. En estas edades suelen ser las madres las que al pasar más tiempo con el niño perciben un mayor impacto de estos síntomas, dadas sus grandes dificultades para manejar su conducta en el día a día.
En la edad escolar es cuando comienzan a ser más manifiestas las dificultades de los niños con TDAH. Normalmente los padres comienzan a alarmarse al recibir informes del colegio que orientan a la peor adaptación de sus hijos en aspectos psicosociales y académicos.
A estas edades comienzan a manifestar dificultades a la hora de estudiar y aprender, incluso aunque su rendimiento sea normal necesitan insistir mucho más y realizar una mayor supervisión que con otros niños de su misma edad a la hora de conseguir que realicen sus tareas escolares. A lo largo de su escolarización los niños con TDAH presentan peores calificaciones y existe una alta frecuencia de repetidores. Su mayor impulsividad les hace meterse en conflictos y peleas constantes con sus padres, profesores y otros niños generándoles a la larga problemas de rechazo por parte de los demás.
Al llegar a edades adolescentes y adultas las manifestaciones clínicas del trastorno cambian. Disminuye el grado de hiperactividad pero persisten las dificultades de organización y de atención y prevalece la impulsividad existente en edades más tempranas.
A medida que la persona se acerca a la vida adulta y que la exigencia del medio aumenta, el sujeto con TDAH va presentado dificultades de adaptación en más ámbitos de su vida. Al llegar a la adolescencia, y como consecuencia de las dificultades académicas que arrastran, tienen una alta probabilidad de abandonar sus estudios. En el ámbito laboral continúan presentando más dificultades que las personas normales con lo que son más frecuentes los despidos del trabajo o la percepción de menor competencia por parte de los compañeros.
Las características ligadas a la etapa de la adolescencia donde se despierta la curiosidad ante nuevas experiencias y estímulos, el inicio de la experimentación con el sexo y la necesidad de autoafirmación es una etapa difícil de abordar para la mayoría de los padres quienes se enfrentan además a una sociedad donde existe una fácil accesibilidad a situaciones y actividades de riesgo.
En esta etapa la impulsividad propia de los adolescentes con TDAH les va a hacer especialmente vulnerables a caer en ciertas conductas de riesgo, ya que por su tendencia a la gratificación inmediata y su dificultad para considerar las consecuencias a más largo plazo tienen una mayor dificultad para controlarlas.
La mayor predisposición de los individuos con TDAH al consumo de sustancias, conductas sexuales de riesgo y accidentes de trafico, se ha demostrado en numerosos estudios que muestran la existencia de una mayor frecuencia de abuso de sustancias, presencia de mayor numero de parejas sexuales, menor uso de anticonceptivos y un mayor numero de embarazos no deseados entre los adolescentes con TDAH que en la población adolescente normal.
Algunos de los sujetos con este trastorno pueden comenzar a manifestar en este periodo conductas de tipo antisocial como robos, asaltos, destrucción de la propiedad y fugas del domicilio que les llevan a presentar problemas con la justicia.
En la edad adulta, los síntomas del trastorno comienzan a tener una implicación en la organización de la vida familiar y del dinero En estudios recientes se ha visto que las personas con TDAH en la edad adulta tienen más dificultades para ahorrar, más problemas para llegar a fin de mes y mayores dificultades ante las exigencias domésticas y de su familia.
Continúan sus dificultades en el manejo de las relaciones interpersonales, que en estas edades se traducen en mayores problemas para mantener amigos, menor cantidad de amigos íntimos y menor estabilidad y rupturas en sus relaciones de pareja.
La problemática ligada al trastorno por déficit de atención e hiperactividad no solo afecta al individuo que lo padece sino que la propia familia ante su dificultad para identificarlo también se ve arrastrada por la escalada de conflictos ante los que tienen que enfrentarse en su día a día.
Los altos niveles de stress y culpa que surgen en esta situación les va generando un progresivo aislamiento social problemas depresivos y malestar emocional intenso.
La cohesión familiar se suele ver dañada siendo habitual que modifiquen muchas de sus actividades habituales para poder tener un mayor grado de supervisión sobre su hijo reduciéndose de forma considerable su dedicación hacia actividades placenteras en familia y dañándose su propia relación de pareja.
Este malestar que se produce en los progenitores repercute en un mayor desbordamiento y en una disminución de su eficacia para manejar las conductas disfuncionales de su hijo entrando en una dinámica de interacción negativa con este ( verbalizaciones y mensajes negativos y castigos excesivos ) que no sólo es inefectiva sino que produce un peor control de la sintomatología y un impacto negativo en la autoestima.
Par evitar toda esta cadena de consecuencias es fundamental reconocer los síntomas del trastorno en etapas tempranas de la vida del niño y solicitar ayuda EDICA para que se realice una intervención de la forma más precoz posible.
La evolución de un niño con un TDAH tratado de forma temprana es prácticamente similar a la de un niño normal y el saber manejarlo de una forma adecuada disminuye mucho el stress familiar y el control de la sintomatología.
En la actualidad existen tratamientos y recursos muy efectivos que pueden evitar estas consecuencias negativas y proporcionar una mejor calidad de vida para el niño y su familia.
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