miércoles, 22 de mayo de 2013

“El diagnóstico es una noticia excelente que permite la intervención eficaz”



El especialista afirma que, por el contrario, la falta de diagnóstico conlleva “un tránsito sin rumbo”

El neuropediatra Jesús Eirís lleva más de 20 años viendo a niños y adolescentes con TDAH, tanto en el ámbito hospitalario, en el Clínico Universitario de Santiago, como en su consulta privada. Asegura que, gracias a su amplia formación, está en condiciones de desterrar las preocupaciones infundadas, los falsos mitos y las mentiras que rodean a este trastorno, y aconseja a los padres de los niños y adolescentes con TDAH que eviten responsabilizarse de esta situación porque se trata de un problema intrínseco de sus hijos que nada tiene que ver con su cometido como educadores.

El neuropediatra Jesús Eirís¿En qué consiste su trabajo con niños con TDAH?

Intervengo en las vertientes diagnóstica y terapéutica. En la primera, a través de la entrevista clínica oportuna, recabando información del paciente y de la familia, valorando informes escolares o de otros profesionales y procurando explicar de una forma comprensible el diagnóstico, procurando ganarme la confianza del niño o adolescente y propiciando un ambiente confortable que permita el planteamiento de las dudas y preocupaciones. En la segunda, aportando la información sobre las opciones terapéuticas disponibles en el momento actual, tanto psicoeducativas y de acomodación en el marco escolar y familiar, como farmacológicas. Este último aspecto es el que habitualmente hay que abordar con más tiempo y comprensión debido a las reticencias que puede generar en muchas familias.
¿Cuál es la importancia de una consulta como la suya en el abordaje del TDAH?

Creo que puedo ofrecer una formación amplia, labrada a lo largo de muchos años, y ponerla al servicio de los afectados y sus familias. Esto es importante para cualquier patología y fundamental en el caso del TDAH, un trastorno sobre el que mucha gente tiene ya una opinión preestablecida, dominada frecuentemente por preocupaciones infundadas, falsos mitos o, simplemente, mentiras. La participación a lo largo de muchos años en reuniones científicas, sesiones de divulgación, cursos o proyectos de investigación es vital para que las personas interesadas, afectados y familiares, puedan depositar en mí su confianza.
¿En qué situación llegan, tanto los padres como los niños, a su consulta?

No existe un patrón único de demanda en mi consulta, ni en la de nadie que se dedique a este cometido. Los motivos de consulta son tan variados como las manifestaciones del TDAH y habitualmente los niños presentan problemas de conducta, dificultades en su relación social o un bajo rendimiento académico, pudiendo darse cualquier combinación de estos problemas. El grado de preocupación familiar es muy elevado de forma habitual. Muchos padres consideran que han fracaso en su cometido como educadores y se responsabilizan de lo que no asumen como un problema intrínseco de su hijo. En este sentido, asunciones paternalistas previas por parte de algunos familiares, profesores y profesionales desde la Psicología la o medicina abonan la asunción de las dificultades como problemas ligados a una falta de autoridad o de educación familiar, a una “inmadurez” del niño o simplemente a la asunción de que “no todos los niños son iguales”.
¿En qué consiste el tratamiento?

El tratamiento conlleva habitualmente una pauta de intervención psicoeducativa y, en la mayoría de las ocasiones, también farmacológica. El paso inicial del tratamiento consiste en informar a la familia y al niño de lo que le ocurre, de una forma adaptada tanto al nivel de la familia como a la edad del niño. La simple información reduce el sentimiento de culpabilidad parental y ayuda a mejorar la confianza en el niño que ha llegado a dudar de su capacidad intelectual. La intervención de acomodación a las dificultades es fundamental, tanto en el ámbito familiar como escolar. Se trata de aportar algunas estrategias que permitan minimizar las consecuencias de las dificultades organizativas a través de fomentar un entorno predecible, planificado en sus horarios, en el que prime una actitud positiva de refuerzo de logros, evitación de estímulos inoportunos distractores, fragmentación de actividades, organización del tiempo libre y una serie de consejos y recomendaciones que se aportan por escrito a las familias y que se complementan habitualmente con recomendaciones bibliográficas oportunas.
Sobre el tratamiento farmacológico es de gran utilidad informar de forma sencilla sobre el origen de la disfunción a nivel cerebral, abordando el hecho de que algunas zonas cerebrales concretas no se activan de forma adecuada para algunas actividades, especialmente aquellas tediosas o sin recompensa inmediata y que, precisamente, el tratamiento ayuda a activarlas, recuperando una función que no se ha perdido pero que se ejerce de forma inoportuna, mediada más por factores dependientes del ambiente que de la propia voluntad. En este punto suelo explicar cómo el tratamiento farmacológico ha demostrado activar áreas cerebrales que intervienen en el control de las interferencias, la atención sostenida ante actividades con metas demoradas, el control de prioridades, la toma de un tiempo antes de responder o el análisis de opciones entre otras.

Del mismo modo, con un esquema sencillo se explican las opciones disponibles y el porqué de una determinada elección en cada caso particular. La anticipación de los efectos secundarios más habituales es también esencial y permite afrontarlos de una forma más eficaz, favoreciendo el cumplimiento terapéutico.
¿A qué mitos o falsas creencias se tiene que enfrentar?

En general los más habituales son que el TDAH es una moda y que ahora todos los niños lo tienen, que lo que pasa es que es un malcriado, inmaduro o que si quisiera podría hacer bien las cosas, y en especial a todos los prejuicios relacionados con el tratamiento. El que habitualmente preocupa más a las familias es el relacionado con la creencia de que le va a ocasionar adición. Lo relativos a los problemas de alimentación no adolecen de más veracidad, pero en general son sobrestimados por las familias. Lo mismo podríamos decir de la hipotética repercusión en el crecimiento o en el patrón de sueño. Otros prejuicios habituales son los que proceden de profesionales de diferente dedicación e incluyen la incompatibilidad del tratamiento con los tics o la epilepsia y la creencia por parte de algunos de que en cualquier caso la eficacia, de obtenerse, será siempre pasajera y el niño se adaptará al medicamento y éste terminará por no funcionar. En este aspecto, en la primera visita ha de intentar detectarse la opinión de los padres y del niño o adolescente sobre estos aspectos e intentar aclararlos.
¿Qué consejos da a los padres de niños con TDAH?

Hay algo que suelo enfatizar. Algunos padres reaccionan con culpabilidad ante el diagnóstico, especialmente tras años de problemas recurrentes y con actuaciones inadecuadas. Otros lo hacen como si se enfrentasen a una realidad, no asumida hasta entonces, que cierra las expectativas de desarrollo de su hijo. Especialmente, a estos les refuerzo la idea de que el diagnóstico es una noticia excelente, pues permite aplicar una intervención específica que se ha mostrado claramente eficaz, mientras que el no diagnóstico conlleva un tránsito sin rumbo. Sin ocultarles la realidad, intento ser positivo sin dejar de lado que los problemas seguirán durante mucho tiempo, a veces años, y que es fundamental mantener controles regulares para optimizar el tratamiento, tanto las pautas farmacológicas como las psicoeducativas. En mi medio, aconsejo encarecidamente el contacto con algunas asociaciones de padres cuya orientación e intervención comparto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario