Yo creo que todos sabemos, en la mayoría de las ocasiones, que es lo que hacemos bien o mal. Pero, entonces… ¿por qué no actuamos siempre correctamente? Hoy he estado hablando con una adolescente recientemente diagnosticada de TDAH con impulsividad. Ella me dice que le gustaría cambiar su actitud con sus padres. Afirma que sabe que contesta mal, da portazos… Es consciente de que no puede seguir así, pero explica que no puede evitarlo.
Si pensamos en nosotros mismos, ¿quién no ha dicho algo de lo que luego se ha arrepentido? Incluso nos podemos encontrar que mientras lo decimos, sabemos que esas palabras no son adecuadas, que la otra persona no se lo merece… Pero aun así, seguimos diciéndolo. Si a todos nos pasa, ¿por qué es tan complicado entender a un niño con TDAH?
En un adolescente diagnosticado de TDAH, una de sus mayores dificultades, es controlar la impulsividad. A esto se le une la falta de control de emociones, una baja tolerancia a la frustración, mayores exigencias y que las consecuencias de sus acciones son mayores. Son una bomba a punto de explotar.
Es muy complicado trabajar estas conductas pero se puede conseguir. La persona no cambia, la conducta sí. Lo primero que debemos hacer es analizar cuando ocurren las situaciones problemáticas, qué es lo que lo origina, hacia quién y cómo lo solucionamos. Como primer paso debemos salir de la situación problema, hasta que seamos capaces de controlar la impulsividad en la situación. Y, por último, no debemos olvidarnos de pedir perdón.
Poco a poco conseguiremos que esa impulsividad sea menor y, por tanto, que todo fluya mejor.
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